17. un recordatorio vivo del prohibido
“Ethan Hayes”
Las sonrisas a mi alrededor son tan naturales como el bótox que cubre los rostros de la mayoría de los hombres que me rodean.
Otro evento benéfico, otra noche fingiendo que me interesa cada palabra vacía que se pronuncia.
La hipocresía me asfixia, pero es necesario. Al fin y al cabo, los negocios no solo se cierran en las salas de reuniones.
Aquí se tejen conexiones, se firman contratos y se forjan alianzas, por muy irritante que sea fingir interés en conversaciones que no llevan a ninguna parte.
Escucho a un grupo de inversores quejarse del mercado financiero como si fuera una novedad.
Entre sorbo y sorbo de mi bebida, mantengo mi mal humor bajo control, incluso cuando James intenta arrastrarme a esas charlas que él insiste en llamar diplomáticas.
—Ethan, estás muy callado. ¿No nos vas a deleitar con algún comentario mordaz? —bromea James a mi lado, claramente notando mi impaciencia.
—¿Y arriesgarme a arruinarle la noche a alguien? Prefiero contenerme