Tala duerme profundamente, agotada física y emocionalmente. Pero en su descanso, su alma es arrastrada a un recuerdo que se siente tan real como la vida misma.
Ella se encuentra caminando descalza por el bosque. Hay luna llena, pero el cielo parece manchado de rojo. Todo está cubierto por un silencio tenso, como si el mundo esperara algo terrible. Tala avanza, y pronto escucha llantos… de un bebé.
Sigue el sonido hasta una escena que reconoce: ella misma, de su vida pasada, está sangrando en el suelo, gimiendo débilmente. Su vientre, vacío. A su lado, su hijo llora, recién nacido. Nadie lo atiende. Nadie la ayuda.
A lo lejos, ve a Ruddy abrazando a Tania, ambos ilesos, ambos satisfechos. Tania sonríe. Y el alfa… no mira atrás.
Tala intenta gritar, correr, salvar a su yo pasado y al bebé, pero no puede moverse. Una voz susurra desde detrás de ella, vieja, femenina, imponente:
—“Tantas veces te han arrancado… tantas veces te has alzado. ¿Cuándo entenderás que quien olvida, repite?”
Tala