Era de noche.
Un grupo de juniors estaban de juerga, bebiendo en un salón privado.
Alguien le preguntó a Ricardo:
—¿Qué onda con Regina? ¿Ya hubo algún avance o qué?
Últimamente, Ricardo apenas salía, así que todos daban por hecho que estaba muy ocupado tratando de conquistar a Regina. Habiendo crecido juntos, se conocían las mañas de sobra. Incluso habían cruzado apuestas en secreto: ¿lograría Ricardo conquistarla? O, más bien, ¿cuánto le duraría ese arrebato de entusiasmo?
Ricardo ni siquiera había abierto la boca cuando otro dijo:
—¡Qué va! ¡Anda ocupadísimo con citas arregladas!
La sorpresa se reflejó en todos; hasta Maximiliano y Héctor voltearon hacia él.
—Ricardo, ¿pues no que solo te importaba Regina y nadie más?
—¡Claro! Yo también me acuerdo. Pensé que esta vez nuestro Ricardo iba en serio.
—Pues tampoco es para culpar a Ricky. Ella ya se consiguió otro novio. ¿O qué, ella sí puede andar de melosa con quien quiera y nuestro Ricky no puede buscarse a alguien más?
—¡Exacto! Nue