—Pero no estoy a su altura.
Andrea se quedó congelada con esa frase.
—¿Cómo puedes decir eso?
Regina se sentó en el sofá y levantó la vista.
—¿Tú crees que tengo alguna cualidad?
Antes de que Andrea pudiera responder, ella misma contestó con una risa amarga.
—Estuve casada y me divorcié. Primero estuve con Maximiliano, luego con Gabriel... y al final, de una u otra forma, todo salió mal. Si yo fuera suficiente, si en serio valiera la pena, no estaría así ahora.
—¿Cómo puedes decir algo así?
Andrea estaba muy sorprendida. Se sentó junto a Regina y, con un tono molesto, le dijo:
—Que te hayan sido infieles o que las cosas no funcionaran es culpa de ellos, no tuya. ¿Por qué te echas la culpa?
—No es que me esté echando la culpa, es que… no tengo nada de confianza en mí misma. No entiendo por qué le gusto. ¿Qué le puede gustar de mí? Apenas nos hemos visto un par de veces y ya se me declaró…
Si su relación con Sebastián hubiera sido algo gradual, de esas que florecen con el tiempo, y ambos