Regina miró las palabras en la pantalla y sintió que el corazón se le aceleraba de nuevo. Hacía tiempo que sabía lo que Sebastián sentía por ella, pero verlo expresado de una forma tan directa en redes sociales era otra cosa.
Quizás estaba exagerando. Tal vez lo decía solo por el peluche.
¡Tenía que ser eso!
Sintió que la cara se le ponía caliente. Abrió el chat de él, con la intención de preguntarle, pero después de escribir y borrar el mensaje varias veces, desistió. No quería que las cosas se pusieran incómodas entre ellos; su amistad, así como estaba, le gustaba.
Si le preguntaba y él volvía a declarársele, ¿qué se suponía que iba a hacer?
Dejó el celular a un lado, intentando calmar esa extraña inquietud. Su mirada se posó en el globo que se había llevado a casa, así que se levantó y fue a tomarlo. En realidad, ya no tenía edad para estas cosas y no sabía ni por qué se lo había llevado.
En el fondo, sabía que él también le atraía.
Pero él era un famoso. Ella, en cambio, había esta