Maximiliano no fue a fumar. Se quedó afuera, sin poder quitarse la inquietud que sentía.
La puerta de la habitación se abrió y Mónica salió. Al verlo plantado en la entrada, se llenó de celos.
Gabriel se había casado con Regina, y hasta Maximiliano estaba tendido a sus pies.
¿Y todo porque era más bonita que ella?
No era más que una idiota con una cara bonita.
Caminaron hasta el final del pasillo, donde no había nadie más. Ella sonrió con sarcasmo.
—Espero que ya hayas arreglado todo en el hospital.
A él le repugnó su tono autoritario.
—¿Y por qué iba a ayudarte?
Mónica se rio.
—Porque estamos en el mismo barco. Si yo me meto en problemas, a ti no te conviene. Regina está a punto de divorciarse de Gabriel. En cuanto se separe, tú tendrás tu oportunidad, ¿no?
Maximiliano se rio con burla.
—Lo que tú hagas es tu problema, no el mío.
—Pero nuestro objetivo es el mismo. Tú quieres a Regina y yo quiero a Gabriel. Me pediste que volviera para que arruinara su matrimonio, ¿o no? Ya casi lo lo