Ricardo miró la expresión furibunda de su esposa y contuvo una sonrisa divertida.
—¿Y ahora qué piensas hacer? ¿Les hablamos para que regresen a cenar? ¿No decías que la otra vez no se les hizo?
Silvia lo pensó un momento y una idea iluminó su cara.
—¡Ya sé! ¡Esta vez vamos a necesitar a la abuela para esto!
***
Regina cenó algo en la calle y, al regresar al hotel, se dio una ducha.
Para ganar un dinero extra, había aceptado varios pedidos de joyería personalizada, todos de alta gama con piedras preciosas. Por cada uno podía ganar alrededor de mil dólares.
Su matrimonio era un desastre, pero al menos le quedaba su trabajo. Al pensar en el dinero que había entrado a su cuenta últimamente, su ánimo mejoraba mucho.
Estaba concentrada en su trabajo cuando el timbre de su celular la interrumpió.
Vio que era su suegra. Dudó un poco antes de contestar.
—¿Bueno?
—Regi, ¿estás con Gabriel?
—No… no estoy con él.
No quería confesar que se había mudado a un hotel, así que improvisó.
—No he regresa