Apenas recibió la llamada de la boutique de novias, Silvia le marcó a su hijo.
En cuanto él contestó, ella lo abordó sin rodeos.
—¿Otra vez hiciste enojar a Regi?
Gabriel guardó silencio un momento.
—¿La viste?
—No, no la he visto. Me hablaron de la boutique. Me dijeron que no quiere probarse el vestido. ¿Todavía no se arreglan?
Había pasado casi un mes y no solo no se habían reconciliado, sino que era claro que el problema se había agravado.
—No te metas en nuestra vida. Estoy a punto de entrar a una cirugía, te llamo después.
Antes de que pudiera responder, él cortó la llamada.
Sabiendo que tenía prisa por la cirugía, ya no insistió.
Ricardo regresó de pescar por la tarde y encontró a su esposa sentada en el sofá, con la cabeza entre las manos y un semblante preocupado.
—¿Sucede algo?
Una empleada le trajo un paño húmedo y tibio para que se limpiara las manos. Se sentó junto a ella.
—Pues qué más, los problemas de tu hijo y su esposa.
—¿Se pelearon otra vez?
Ella suspiró, asintió con