—¿Que tenga esposo significa que no puedo trabajar o qué?
La furia comenzó a ser aparente por el pecho agitado de Gabriel. Se quedó mirándola durante un largo rato. Sabía por qué estaba enojada con él.
Intentó calmar su tono.
—¿Ya cenaste? Puedo pedir que te preparen algo...
—Ya comí.
Apenas terminó de hablar, sonó el celular que estaba cargando sobre el buró.
Ella forcejeó un poco y él finalmente la soltó.
Regina tomó el celular y, al ver la pantalla, se relajó. Contestó.
—Andi.
—¿Dónde estás? —se escuchó la voz preocupada de su amiga.
—En casa.
—¿Regresaste a casa de los Valderrama?
—No, a la nuestra, la de Gabriel y mía. Acabo de llegar.
—Ah, bueno. Hoy me sacaste un susto terrible, pensé que te había pasado algo.
Andrea continuó:
—¿Se pelearon otra vez?
Regina miró de reojo al hombre que seguía de pie en la habitación.
—Mejor hablamos mañana, ¿sí? Ya me dio sueño.
—Claro, mañana hablamos. Descansa.
En cuanto colgó, se metió en la cama. Al jalar las sábanas, levantó la vista.
—Ve a