Sebastián la escuchó y asintió.
—Entonces, descansa. Mañana hablamos del trabajo.
—Claro, maneja con cuidado.
Regina abrió la puerta y se bajó del carro. Apenas había entrado en el residencial cuando un Maybach pasó a toda velocidad a su lado.
Reconoció la placa. Era el carro de Gabriel.
Él también acababa de llegar.
Para no topárselo, caminó despacio, arrastrando los pies hasta llegar al edificio. En realidad, no tenía ganas de subir. Sin embargo, seguía siendo la esposa de Gabriel y no tenía otro lugar a donde ir.
Subió los escalones y entró.
No se esperaba encontrarlo junto al elevador, que ya esperaba con las puertas abiertas en la planta baja.
Así que sí la había visto.
Estaba fastidiada, pero no mostró expresión alguna. Presionó el botón para llamar al elevador, y en cuanto las puertas se abrieron de nuevo, entró sin esperarlo.
Gabriel la siguió.
Las puertas doradas se cerraron con lentitud, encerrándolos en el espacio confinado.
Regina clavó la vista en el metal brillante, sin d