La vitrina de Regina exhibía principalmente pequeñas piezas de joyería, con precios que rondaban los cien o doscientos dólares. Al no ser costosas, si a un cliente le gustaba el diseño, sus colegas podían cerrar la venta por ella. Sin embargo, nadie se atrevía a vender piezas como las pulseras de esmeralda, cuyo valor superaba los mil dólares.El negocio de esmeraldas era complejo y las ganancias podían ser sustanciales. Una misma pulsera de esmeralda, con buen color y calidad, podía venderse a precios que variaban en cientos o incluso miles de dólares dependiendo de quién la vendiera. Regina no contaba con un gran capital, por lo que sus piezas eran de un rango de precios entre tres mil y cinco mil dólares.
Revenderlas le dejaba una ganancia modesta de doscientos o trescientos dólares, y en el mejor de los casos, cuatrocientos o quinientos; más de lo que obtenía diseñando. Además, justo el día anterior había tenido un gasto considerable, así que recuperar doscientos o trescientos dóla