Regina quiso convencerse de que Gabriel nunca le sería infiel, pero la imagen de esa doctora que le coqueteaba sin disimulo le vino a la mente. Se mordió el labio.
—¿Y entonces qué hago?
Andrea la llevó a una tienda de lencería en el piso de abajo y empezó a elegir conjuntos a diestra y siniestra para ella.
Regina vio que las prendas apenas tenían tela. Supo que era lencería provocadora y la rechazó sin pensarlo.
—No quiero.
—¡Te verías súper bien con esto!
Andrea incluso se lo puso enfrente para que viera cómo le quedaría.
Regina sintió que todas las vendedoras la miraban y se sonrojó hasta las orejas.
—Aunque se viera bien, no lo quiero. No necesito nada de esto, ¡vámonos!
Se dio la vuelta para irse, pero su amiga la detuvo con una orden directa a la empleada.
—Me llevo este, y este también… ah, y ese de allá.
Al ver que cada pieza que elegía era más reveladora que la anterior, no pudo más con la vergüenza.
—Quédatelos tú.
—¿No has oído el dicho? Los problemas de pareja se arreglan e