Ragnar cerró la puerta tras ellos con un golpe seco. El salón estaba casi vacío, solo iluminado por la luz gris que entraba por la ventana alta. Cruzó los brazos sobre el pecho, su mirada fija y penetrante sobre Jennek.
Jennek pensó que había sido un error actuar de esa forma tan impulsiva, pero ahora no podía hacerse para atrás, debía seguir porque no iba a permitir que Helena se pusiera en peligro.
—Ragnar, lo que acaban de decidir es un error —empezó, con un tono cargado de frustración—. No deberían enviar a Helena.
El Alfa arqueó una ceja.
—¿De verdad vas a sostener esa mentira frente a mí?
—¿Mentira? —replicó Jennek confundido.
—Lo que dijiste ahí fuera. Que era una traidora. —Ragnar avanzó un paso hacia él—. No lo dijiste porque creas que vaya a vendernos. Lo dijiste porque es tu pareja. Tu segunda oportunidad.
El rostro de Jennek perdió el color. Sus labios se entreabrieron, pero no salió ninguna palabra. Ragnar lo observaba con calma, como quien ya conocía la respuesta.
—Lo