A la mañana siguiente, el clima era frío y luminoso, podía verse los primero rato de sol iluminando los campos donde los lobos comenzaban sus entrenamientos desde la madrugada. Nolan fue el primero en aparecer en el área común, y desde el primer instante Ragnar lo miró con suspicacia.
El Beta se veía diferente. Su postura, aunque igual de recta, tenía un matiz más relajado. Sus labios, que siempre se tensaban en una línea rígida, insinuaban una curva hacia arriba apenas perceptible. Y sus ojos, normalmente cargados de gravedad, parecían brillar con un fulgor más cálido.
—Vaya —dijo Ragnar con media sonrisa, cruzando los brazos—. Tú te ves… distinto.
Nolan arqueó una ceja, pretendiendo indiferencia.
—¿Distinto?
—Relajado —insistió Ragnar—. Como si hubieras dormido bien por primera vez en semanas.
Dean, que se había acercado con ellos, bufó sin disimulo.
—O como si hubieras pasado la noche con alguien.
Nolan se tensó de inmediato y le lanzó una mirada cortante, aunque un leve rubor en s