Lyra regresó a la casa de la manada lo más rápido que pudo, subió directo hasta la oficina de Ragnar, en su mente aún estaba la imagen de Sena que estaba siendo esposada por el guardia, su mirada afilada y triste.
“No eres de mi manada. No eres mi Luna.”
Ese rechazo le había dolido más que cualquier herida física.
Al abrir la puerta, encontró a Ragnar de pie junto a su escritorio terminando de colgar el teléfono. Alguien ya le había informado de lo sucedido porque su expresión era grave, la mandíbula apretada, los ojos fríos. Pero en cuanto la vio, su rostro se suavizó.
—Lyra… —su voz sonó baja, casi cautelosa.
Ella cerró la puerta tras de sí, y apenas pudo contener las lágrimas.
—Ragnar… Sena… la arrestaron. Y todo es por mi culpa.
Ragnar dió tres zancadas cortando el espacio que había entre ellos, no podía ni imaginar el dolor que ahora Lyra estaba sintiendo, la rodeó con sus brazos intentando que eso fu era algún tipo de consuelo. La abrazó fuerte, apoyando el mentón en su cabello