Pronto llegó el amanecer y la habitación empezó a iluminarse. Lyra despertó lentamente, sintiendo el peso y el calor del brazo de Ragnar sobre su cintura. Intentó moverse con suavidad, pero él la atrajo hacia sí con un gruñido grave.
—¿A dónde crees que vas? —murmuró con voz ronca de sueño, pegando su frente a la de ella.
—Solo iba a levantarme… —sonrió Lyra, acariciándole la mandíbula—. Tenemos muchas cosas que preparar para el viaje.
—No. —La palabra fue firme y suave a la vez—. Mejor nos quedamos aquí el resto del día —la besó —. Si no te voy a ver, me debes ese tiempo.
Lyra sonrió, pero no se movió. Ragnar deslizó su mano por su espalda, atrapándola contra su pecho.
—Sé que dije que podías ir, pero no me gusta tenerte lejos —confesó, besándole el cabello—. Y menos ahora que sé que realmente te irás.
—Será solo un día o dos. Prometo volver —le recordó —. Estás exagerando.
—No es eso lo que me preocupa… —murmuró acariciándole la mejilla—. Es que me gusta tenerte así, cerca.
Lyra sonr