Los lobos del Sur fueron llevados a unas casas a un par de metros de la ciudad principal. Algunos protestaron porque estaban demasiado cerca de los límites y temían a los vampiros, pero Dean se aseguró de dejarles guardias armados alrededor. Además, comenzó a organizarlos y asignarles tareas; el refugio no era gratis, y si querían comida y techo, debían ganarlo.
Helena estaba molesta. No le gustaba nada del lugar, habitaciones compartidas con desconocidos, el olor a humedad en las paredes, la obligación de limpiar y trabajar por la comida. Ella no estaba hecha para eso.
No debería estar aquí, pensó frustrada.
La manada Norte había sido su hogar antes; allí tenía familia, amigos, un lugar al que pertenecía. Debería poder regresar con ellos, no vivir como una refugiada más.
Desde la sombra de un cobertizo, observó a Lyra. La joven iba de un lado a otro ayudando a los recién llegados a instalarse. No parecía tan fuerte ni tan astuta, pero Helena debía admitir que había ayudado a muchos