Después de tres días sin aparecer en la clínica, Lyra cruzó la puerta con pasos rápidos y el corazón latiéndole con fuerza. A pesar de todo, se sentía nerviosa. No por el trabajo, sino por los chismes que, con seguridad, ya corrían por ahí por haber desaparecido, seguramente ya todos lo sabían y no quería ver a nadie.
Además, sabía que Alona no se lo iba a dejar pasar.
—¡Miren quién volvió de su luna de miel no oficial! —canturreó Alona apenas la vio entrar —. ¿Sobreviviste al encierro o Ragnar te dejó salir un rato para tomar aire y luego tienes que volver?
Lyra se detuvo, su rostro enrojeció por completo, ni sus orejas se salvaron del rubor que venía desde abajo.
—No empieces...
—¿Empiezo? ¡Llevo tres días acumulando material! —siguió Alona, acercándose con una sonrisa traviesa —. ¿Y? ¿Ya puedo felicitarte por los futuros cachorros o seguimos practicando?
—¡Alona!
—Está bien, está bien —rió, levantando las manos como si se rindiera—. Te dejo respirar, deberías comer algo, beber muc