Su mirada gélida me fulmina. Nick se acerca, me devuelve el bolso y me toma de la mano de nuevo. Me siento en el coche y, en cuanto el motor arranca,
Creep, de Radiohead, me inunda los oídos. Yo sonrío para mis adentros. Eso, como dice la canción, ¿qué coño hago aquí? Es una buena pregunta.
Me despido de Nick con un beso casto y lo dejo con una expresión de inquietud en su maravilloso rostro.
—Te llamaré —digo con tono de indiferencia, y salgo de su coche.
Tengo prisa por marcharme. Cierro la portezuela del vehículo y me apresuro a recorrer el camino hasta casa. No me giro. Cierro la puerta rápidamente al entrar y me dejo caer contra ella.
—¡Hola! —Lucas aparece en lo alto de la escalera—. ¿Estás bien?
Ya no puedo seguir fingiendo.
—No —admito. No estoy bien para nada.
Él me mira con una mezcla de confusión y compasión.
—¿Quieres un café?
Asiento y me despego de la puerta.
—Por favor, no seas demasiado amable conmigo —le advierto.
Las lágrimas amenazan con brotar, pero estoy