Capítulo 5

Se ve bien a la vista y alzo una ceja cuando creo que me ve detrás de esos lentes.

Luego él toma posición dentro del ascensor, apretando un número en la pantalla, el cual no puedo ver.

Me hago a un lado creyendo que él tomará un lugar junto a mí, pero no, se queda enfrente, tapando mi panorama.

Por todo lo que trae puesto, no puedo ver su rostro, pero su perfume es bastante embriagador.

No soy una persona mal educada y saludo al hombre, pero me sorprendo cuando no recibo una respuesta de su parte.

Creo que tal vez no me ha podido escuchar, pero cuando se gira y me observa por un segundo, dándome la espalda otra vez, sé la clase de hombre que es.

¡Un idiota mal educado!

El hombre suelta una risita, y yo me siento ofendida.

¿Se está burlando de mí?

—Será cabrón. —murmuro entre dientes, lo bastante alto para que pueda escucharme. No me importa.

Me miro en el espejo del ascensor; mi semblante no es el mejor, estoy un poco despeinada por el viaje, pero no encuentro algo en mi aspecto que haga que ese idiota se burle de mí.

Cuando las puertas del ascensor se abren, indicándome que he llegado a mi piso, paso junto a él, empujándolo al salir sin hablarle. Eso me hace sentir toda una chica mala.

Espero no volverme a topar con ese tipo.

Al entrar a mi habitación, mi mal humor me impide deleitarme con la majestuosidad del lugar. Pero lo primero que quiero hacer es darme una buena ducha en la tina del baño.

Me siento más fresca y reconfortada; incluso el mal rato que me hizo pasar aquel hombre ha desaparecido.

Cuando alguien llama a mi puerta, abro rápidamente pensando que es la comida que ordené, pero me sorprendo cuando veo al hombre alto que me recibió.

—Señorita Addison, el señor White desea darle la bienvenida. —Me informa.

—¿Y quién es el señor White? —pregunto desconcertada.

—Es el dueño del hotel.

La sorpresa se hace aún más evidente en mi rostro.

¿Por qué quiere darme la bienvenida a mi? ¿O es acaso que le da la bienvenida a todos sus huéspedes? Eso me parece casi imposible.

—¿Ahora? —No me niego. Tengo curiosidad de saber por qué me daría la bienvenida el dueño del hotel.

—La espera en cinco minutos en su oficina. —El hombre no dice nada más y se marcha.

Me quedo desorientada. Este lugar es tan maravilloso como lo es de extraño.

No me tardo mucho en ponerme algo cómodo y salir de mi habitación rumbo al ascensor; no tengo idea de dónde está la oficina del dueño del hotel, pero cuando veo al gigante esperándome, sé que él será mi guía.

Señala para que yo entre al ascensor y él sube junto a mí. Estoy casi segura de que iremos hacia arriba, sin embargo, descendemos hasta la planta baja.

Ambos salimos, y yo sigo al grandulón, quien camina más allá de las escaleras centrales.

Pasamos por un salón amplio donde hay sillas y mesas. Gente se encuentra charlando mientras meseros los atienden, sirviendo comida y bebidas.

La música de un saxofón se escucha al fondo, y todo parece tan armonioso y de alta sociedad.

Estas personas deben tener mucho dinero para tanto lujo.

Parece más un hotel de altos estándares y eso me preocupa. No tengo pensado gastar tanto en esto.

Luego nos dirigimos a otro lugar más apartado; empiezo a creer que todo el lugar no tiene fin, pero me distraigo con el par de hombres que salen de una habitación con una chica que cuelga de sus hombros, ella ríe y parece divertirse junto a ellos.

Quiero preguntarle a la montaña de hombre que tengo delante, lo que significa eso, pero no me atrevo y tampoco creo que él vaya a contestarme.

Él no se voltea ni por un segundo para asegurarse de que yo lo sigo, pero el sonido de mis zapatos al pisar detrás de él se lo comprueban.

Llegamos hasta la estructura de cristal de un gran león que parece desafiante e imponente; el grandulón da un giro a la derecha y luego se detiene.

—La oficina del señor White —dice y llama a la puerta con una suavidad sorprendente que no creía que él pudiera tener.

Él abre la puerta y yo me quedo en el umbral, atacada por los nervios. ¿Por qué me siento así? Ni que fuera a ver a mi futuro esposo.

Obligo a mis pies para que se muevan y así paso a la lujosa oficina del dueño del hotel.

—La señorita Addison Carter, señor.

—Perfecto, gracias, Mark.

Cambio mi estado de admiración a uno de alerta. Espero ver al señor White, pero el cuerpo del grandulón me lo impide.

Aun así, no puedo evitar que su voz gruesa y sexy me dejé helada. No parece que esa voz pertenezca a un hombre obeso y calvo.

Mark, como ahora sé que se llama, se aparta, dejando que yo observe al señor White.

¡Oh, Dios mío!

Siento cómo el latido de mi corazón golpea mi esternón, haciendo que alcance una velocidad peligrosa. Mientras mi respiración se va haciendo irregular.

¿Qué me pasa?

Por un momento, me siento mareada, y por más que le grito a mi boca para que diga algo, estoy totalmente petrificada.

Me quedo ahí mirando al hombre que tengo enfrente, mientras a su vez, él me mira a mí. Su voz gruesa me ha dejado pasmada, pero verlo…

¡Santos Dioses del Olimpo!

No creo haber visto a hombre más guapo en el mundo.

En mi estado tembloroso, soy incapaz de dar señales de vida inteligente. Es así como conozco al misterioso señor White, o como pronto lo llamaré: Mr. Sexo...

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