Me río en su cara.
—¿Que yo voy a necesitarte? —Trato de controlar el ataque de risa—. Sí, por eso estás aquí suplicándome que volvamos y yo te he mandado a la mierda. ¿Qué pasa, Jackson? ¿Ya no te quedan más mujeres con las que puedas acostarte?
Lo miro mientras se alisa el traje negro y barato que lleva puesto y se pasa la mano por el pelo castaño y lacio. Es curioso, ya no lo encuentro atractivo. En realidad me da repelús. ¿Qué veía en él? Estaba con él por costumbre, nada más. Una mala costumbre.
—¡Lo sabía! —La voz aguda de Nina hace que me tense—. ¡Sabía que estabas viéndolo! —Al girarme, veo su precioso rostro normalmente pálido rojo de ira.
—Vaya, ha venido a unirse a la fiesta —suelta Jackson en voz alta para que lo oiga —. No puedes dejar de meter las narices donde no te llaman, ¿verdad?
Miro hacia la barra y veo que la gente ha empezado a observarnos, especialmente a Jackson, que ha tirado el vaso de cerveza al suelo. Si me dejan, le ahorraré saliva a Nin