—Bien, Tomás, ¿y tú? —Apuro el vino. Me tomaría otra copa, pero no creo que fuera lo correcto y menos a medio día—. ¿Llevas mucho rato aquí? —pregunto.
—No, acabo de llegar. ¿Qué tal el señor Nick? —inquiere con una sonrisa maliciosa. ¿Qué le hace pensar que sé la respuesta a esa pregunta? ¿Se lo ha contado él? ¿Qué clase de confianza tenía con sus empleados?
Tal vez se dio cuenta cuando salí corriendo esa noche del cuarto de Nick
Noto que empiezo a ponerme colorada, aunque he llegado a la rápida conclusión de que me está tomando el pelo. Es su jefe, así que seguro que sabe cómo está. Debe verlo diario.
Me encojo de hombros, porque la verdad es que no sé qué contestar. No tengo ni idea de cómo está porque no he acudido a nuestra cita. Cuando me despedí ayer de él, estaba calentando todos mis motores sexuales y yo jadeaba como una desesperada.
Imagino que ahora se sentirá algo molesto por el hecho de que no haya acudido. ¡Ja! ¿Y qué va a hacer? Prefiero cambiar de