—Addison —corre hacia mí limpiándose las manos en el mandil—, ¡he intentado detener a esa fresca vengativa!
Algo me dice que ya ha tenido algún encuentro con Coral anteriormente.
—Tranquila, Cathy. —Sonrío y le froto el brazo cariñosamente—. ¿Ya la conocías? —presiono ligeramente.
—Uy, sí, sí la conozco, y no me gusta nada. —Empieza a farfullar de nuevo y vuelve a la isleta para terminar de envolver mi desayuno—. Lleva meses viniendo, molestando a mi chico y diciendo que era pobre. Ya se lo advertí. Le dije: «Mira, golfilla urdidora, deja en paz a mi chico e intenta arreglar tu matrimonio.» —Sonrío al ver cómo mueve las manos con agresividad, casi aplastando mi sándwich—. No sé cuántas veces ya la ha mandado mi chico a paseo. No hay furia en el infierno como la de una mujer despechada. —Me mira—. ¿Te has tomado el ácido fólico?
—No. —Me acerco a la nevera y saco una botella de agua para tomarme las pastillas que me pasa Cathy, seguidas de una galleta de jengibre—. Gracias.
—De nada, q