—Gracias por llevarme al Paraíso —murmuro.
Me besa en el hombro y pega la boca a mi oreja.
—Nena, tú me llevas al paraíso todos los días.
Estoy furiosa. Se ha despertado, ha salido a correr, se ha duchado y se ha vestido, y todo sin mí.
Sin embargo, me ha dejado la galleta de jengibre y el ácido fólico junto a la cama con un vaso de agua. Estoy de pie frente al espejo de cuerpo entero, vestida con mi lencería y secándome el pelo cuando veo que entra en el dormitorio. No seré demasiado dura. No se ha afeitado y lleva puesto el traje gris, la camisa negra y la corbata, tal y como le pedí, aunque eso no hace que se me pase el enfado, a pesar de que está para comérselo.
—¡Buenos días! —saluda alegremente.
Le lanzo una mirada asesina y tiro el secador al suelo. Me acerco al armario y busco algo que ponerme. Sé qué debería descolgar, pero estoy en plena pataleta infantil, así que tomo cualquier otra cosa, me la pongo y me subo la cremallera. Salgo del vestidor, me pongo los tacones de ante