Inspiro su aroma y me pongo de puntillas para alcanzar su barbilla, que está más elevada que de costumbre porque está mirando al techo. No llego.
—¿Qué pasa?
—Estoy intentando controlarme —dice con voz grave.
—No quiero que lo hagas.
—No digas eso, Addison —me advierte.
—No quiero que lo hagas —repito con voz grave y gutural mientras le muerdo el cuello.
Actúa de prisa. Me enrosca el brazo alrededor de la cintura y me empotra contra la pared más cercana con un gruñido. Estoy extasiada. Intento hacerme la dura, pero mis labios se separan y empiezo a exhalar jadeos de sorpresa.
—Estás haciendo algo de ruido —señala tranquilamente mientras me sujeta por un lado de la cara y pega la boca a mi oreja.
Cierro los labios, aprieto los ojos con fuerza y apoyo la cabeza contra la pared. Tengo que centrarme, porque me lo va a poner difícil, aunque sé que no me va a dar con fuerza.
—Escúchame bien. —Me desabrocha el sujetador mientras sigue sujetándome de la mejilla y habla con la boca pegada a mi