—No puedo hacer esto solo, nena. Ayúdame.
Mis instintos se apoderan de mí. Me aprieto contra su cuerpo un poco más arriba para poder apoyar la cara en el hueco de su cuello.
—¿No se parecían? —pregunto. Los mellizos a menudo se parecen.
—Éramos totalmente diferentes. En aspecto y en personalidad.
—¿Él no era un dios? —pregunto tranquilamente, pensando que quizá acabo de sugerir que su hermano mellizo era feo. No era lo que pretendía, pero tenía que serlo si era totalmente opuesto a Nick.
Me acaricia la espalda suavemente.
—Él era un genio.
—¿Y eso es ser diferente de ti? —pregunto.
—Jake tenía un cerebro prodigioso. Yo tenía mi aspecto, y lo utilizaba, como bien sabes. Pero Jake no utilizaba su cerebro. Si lo hubiera hecho, ahora no estaría muerto.
Vaya. Dejo apartados mis pensamientos previos porque ahora me vienen a la mente un sinfín de preguntas y no puedo contenerlas.
—¿Cómo murió?
—Lo atropelló un coche.
—¿Y por qué dices que no usaba su cerebro?
—Porque iba borracho cuando se c