Capítulo 395

Ha vuelto, y yo estaba tan ocupada lanzando miradas de advertencia cuando llegué esta mañana que ni siquiera me había dado cuenta.

Tampoco me había dado cuenta de que no hay ni rastro de las uñas pintadas ni de las camisetas escotadas. Por la cara que tiene, parece que le han dado la peor noticia posible: la han dejado.

—Paolo me ha pedido que actualice todas las facturas pendientes de pago. Aquí tienes la lista —dice pasándome un listado impreso de mis ventas—. Las que están subrayadas son los picos más altos de tus ventas.

Frunzo el ceño y reviso la hoja de cálculo.

—Pero aún no se vence el mes, faltan unos días para los cálculos —replico.

Se encoge de hombros.

—Yo sólo soy el mensajero.

—Nunca nos había hecho esto antes.

—¡Yo sólo soy el mensajero! —salta, y retrocedo en mi silla.

Luego se echa a llorar, y sé que debería correr a consolarla, pero me quedo sentada viendo cómo solloza en mi mesa. Se sorbe los mocos, hipa, solloza y llama la atención de todo el mundo, incluido Paolo,
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