Erick y Victoria le gritan sus pedidos, y Laura apenas se queda el tiempo justo para tomar nota, seguramente para escapar de mi humor de perros.
Enciendo el ordenador y abro el correo electrónico. Erick y Victoria están de pie al otro lado de mi mesa en un abrir y cerrar de ojos.
—Tienes muy mal color —apunta Erick haciendo girar un bolígrafo en el aire. Lleva una camisa azul turquesa y una corbata amarilla, y me duele la vista de verlo.
—Estás muy pálida, Addison. ¿Seguro que estás bien? —Victoria parece estar mucho más preocupada que Erick, que sólo parece sentir una curiosidad compulsiva.
Reviso mis mensajes, borro toda la publicidad y los correos basura.
—Estoy bien. ¿Dónde está Paolo? —Ahora que me he calmado un poco, caigo en la cuenta de que mi jefe no ha venido a investigar el ruido.
—Reuniones personales —entonan al unísono.
Los miro con el ceño fruncido.
—¿No tuvo ayer una de ésas?
—Vendrá mañana —me dice Erick—. ¿Crees que por fin se va a divorciar de Irene?
Me echo a reír.