—Prefiero mi habitación en Gramur. —Yo también.
Me aventuro hacia el interior del apartamento y observo lo poco cálido y acogedor que es. ¿Cómo puede vivir aquí? No tiene ningún toque personal, ni cuadros ni fotografías.
—No tengo nada con alcohol. ¿Quieres un poco de agua?
Se acerca paseando hasta el frigorífico, enorme y negro, y lo abre.
—Sí, por favor.
Me reúno con él en la zona de la cocina y saco un taburete negro de debajo de la encimera de granito negro de la isla.
Nick se quita la chaqueta y la cuelga en el taburete de al lado, se gira hacia mí y me ofrece un vaso de agua antes de destapar su botella. Los pantalones le aprietan un poco y dejan intuir sus extremidades inferiores, largas y musculosas.
Tiene los pies apoyados en el suelo y las piernas considerablemente dobladas a pesar de la altura del taburete. Los míos están apoyados en el reposapiés.
Bebe unos sorbos de agua y me mira por encima de la botella mientras jugueteo con el vaso. Me siento increíblemente incómoda.