—No seas tan cascarrabias. Sólo están hablando —lo regaño en cuanto salimos del edificio y
Nick se pone las Wayfarer.
—No está bien. —Se estremece y suelta mi mano.
Empiezo a buscar mis gafas de sol en el bolso.
—Claro, es posible que lo invite a subir mientras no estamos en casa. He notado que las sábanas del cuarto de invitados están un poco revueltas.
—¡Addison! —me grita con el gesto torcido y mirando al cielo—. ¡Calla!
Me echo a reír.
—Los mayores también tienen derecho a divertirse.
—Claro. —El gesto torcido desaparece al instante. Ahora sonríe.
—¿De qué te ríes?
Se quita las gafas de sol, me abraza y se agacha un poco para que quedemos a la misma altura.
Me da un beso de esquimal.
—Te he comprado un regalo.
—¿Qué es? —Le doy un pico.
—Date la vuelta.
Doy un paso atrás y observo la alegría con la que señala con la cabeza por encima de mi hombro. Me vuelvo, despacio, e intento adivinar qué es lo que tengo que buscar en el aparcamiento pero no hay nada distinto. Su brazo aparece p