Recorro el pasillo hasta su despacho y el alma se me cae a los Louboutin en cuanto veo quién hay dentro.
Sólo dos personas. Nick... y Coral.
Mi día no ha hecho más que empeorar. Están sentados en los extremos opuestos del sofá y sus cabezas se giran hacia mí. Me quedo donde estoy, sintiéndome algo perdida. Todo mi enfado, todas las frustraciones de la jornada acaban de transformarse en una emoción dolorosa. Los ojos se me llenan de lágrimas que me escuecen detrás de los párpados y tengo el corazón desbocado. Estoy destrozada.
Como no sé qué hacer pero sí sé que no quiero que esa mujer me vea derrumbarme, echo a andar hacia atrás y cierro la puerta lentamente al salir. Vuelvo a recorrer el pasillo sumida en la tristeza, pero en vez de ir hacia la muchedumbre feliz, me desvío y huyo de la cháchara alegre y de los cuerpos que bailan. Me dirijo hacia el camino de grava, en dirección al bosque.
Planto mi culo derrotado en un tronco y empiezo a dar pellizcos a la cortez