Intento provocarlo moviendo las caderas, pero él me agarra la cintura. No necesita hacer mucha fuerza para mantenerme inmóvil. Aparto la cabeza y él vuelve a mirar al frente.
—Me necesitas —dice con una voz tan áspera y sexy que apenas puedo controlar la respiración. Su polla sigue sacudiéndose frenéticamente dentro de mí.
—Te necesito. —Sé que para él estas palabras significan más que «Te quiero». Su expresión de deleite lo confirma. Me inclino hacia adelante para atrapar sus labios pero vuelve a apartarme la cara—. ¿Cómo te sentirías si alguien impidiera que me besaras? —pregunto.
—Querría matarlo —afirma con un rugido mirándome de nuevo.
Afloja las manos sobre mi cintura y yo aprovecho la falta de sujeción para bajar lanzando un gemido. Sus ojos cerrados con fuerza vuelven a abrirse.
—Yo también —digo con firmeza, y me aprieto contra sus caderas. Resopla y me agarra de la cadera para detener mi táctica.
—¿Quién está al mando, Addison?
—Tú.
Sus ojos centellean.