Me apoyo sobre una mano, me recojo el pelo con la otra y lo dejo caer sobre mi espalda. —Mejor. Ahora puedo ver todas mis posesiones.
Me da un mordisquito en el tobillo y noto una sacudida.
—Ver que estás excitada y saber que soy yo el que te hace estar así es la sensación más gratificante del mundo. —Extiende la mano, me pasa un dedo por la vulva y aplica una ligera presión en la parte superior de mi clítoris.
Separo los labios y unos suaves jadeos escapan de mi boca repetidas veces. Me retuerzo con la tremenda necesidad de cerrar las piernas de golpe.
—Déjalas abiertas, Addison. Quiero ver cómo palpita tu carne en mi mano cuando te corras para mí. —Su tono gutural acelera mi deseo de explotar bajo sus caricias y su intensa mirada.
Cambia un dedo por dos y me atrapa el clítoris entre ellos apretando despacio. Echo la cabeza atrás.
—¡Ahhhhhhhh! —gimo.
Sé que estoy cometiendo una falta grave.
—Mírame, nena. No apartes los ojos de mí.
—Estoy cerca —jadeo.
—Lo sé, pero par