Se dirige al vestidor conmigo en brazos, aparta un brazo de mí y saca inmediatamente los condones que acaba de decir que no tenía sin parar de farfullar. Quiere dejarme embarazada. Pienso mantenerme muy firme con ese tema, aunque puede que ya sea demasiado tarde. ¿Qué haré si lo estoy? No quiero ni pensarlo. Lo único que puedo hacer es rezar en silencio.
—¿Sabes? Mi marca también se está borrando —digo mirándole el pectoral mientras salimos del dormitorio.
Su cara de enfado desaparece y me sonríe con picardía.
—¿Ah, sí?
—Tendré que volver a marcarte. —Levanto las cejas y veo con deliciosa lujuria que sus ojos se han oscurecido todavía más.
—Mi chica es posesiva. Sírvete, nena.
Sonrío y clavo los dientes en su pecho. Un pequeño gemido escapa de sus labios mientras desciende la escalera en dirección a su despacho.
—Quiero tomarte aquí para que siempre que esté trabajando te recuerde tirada desnuda sobre mi mesa.
Me coloca sobre la enorme mesa de madera, deja la caja