—Vale, pero eso que has dicho de «seductora imposible» lo supero yo con «dios engreído».
Me dedica una de esas sonrisas que reserva exclusivamente para mí y se deja caer de espaldas sobre la cama con cuidado.
—Bésame, ahora —exige, y yo me inclino y lo beso con agradecimiento. Se ha abierto a mí, y me siento mucho mejor. Vuelvo a estar en el séptimo cielo de Nick.
…
—Buenos días, nena.
Abro los ojos, alarmada. «¿Días?»
—No puede ser, ¿verdad?
—No, son las cinco en punto. Llevas toda la tarde durmiendo. ¿Qué tal la espalda? —Gatea sobre la cama, totalmente desnudo, hasta tumbarse a mi lado. Me quedo mirando atontada las gotas de agua que relucen sobre su pecho y sus hombros firmes. Se ha afeitado y huele de maravilla.
Me retuerzo un poco.
—Creo que bien. —No me duele en exceso, pero sigo sin querer repetir—. Soy una vaga absoluta. Me he pasado todo un día laboral en la cama. —Me giro hacia su pecho y obtengo mi dosis de aroma a agua fresca y mentolada.
—Si dejaras de trabajar