—Estoy bien —digo en un vano intento de hacer que se tranquilice. Parece agobiado.
—Pero ¿y si no lo estuvieras? ¿Y si no hubiera llegado cuando lo hice? —Aprieta los ojos con fuerza—. Sólo fui al bar a comprobar que estabas bien, no iba a quedarme. ¿Te haces la menor idea de cómo me sentí cuando vi que te desmayabas? —Abre los ojos y veo que los tiene húmedos y atormentados. Y ahora sé, sin lugar a dudas, que jamás volverá a dejarme sola. Esto no es sano..., ni para él ni para mí.
—¡Sólo fue un incidente aislado, algún tipo que hacía el idiota! Estaba en el lugar equivocado en el momento inadecuado, eso es todo. —Le tomo las manos de mi cara y se las coloco entre nuestros cuerpos—. Si sigues así, acabarás en un coma inducido por el estrés, ¿y qué haré yo entonces? —pregunto tranquilamente. Sé que yo tampoco podría vivir sin él, pero no me vuelvo loca ni intento controlarlo.
Sacude la cabeza y empieza a morderse el labio. ¿Qué estará pensando?
—Parecías aliviada