Apoya las manos en el escalón superior a ambos lados de mi cuerpo y yo levanto la vista y lo miro a él.
—Estoy furioso, Addison —dice con voz suave.
—No estaba borracha —afirmo rotundamente. ¡Joder! No estaba borracha ni de lejos.
—Te dije que no bebieras nada. Sabía que no debería haberte dejado salir.
—Siento curiosidad por saber qué te hace pensar que puedes decidir qué hago o qué dejo de hacer —respondo, desafiante—. Ya soy mayorcita. ¿De verdad esperas que viva una vida contigo en la que controles cada uno de mis movimientos? —añado con voz tranquila pero firme a través de la aspereza de mi garganta. Necesito que entienda lo que le digo.
Sus labios forman una línea recta y sé que está cavilando.
—Eres mía —dice entre dientes—. Tengo que asegurarme de que estés a salvo.
Bajo la vista suspirando. Sí, soy suya, pero sus objetivos con respecto a mantenerme fuera de peligro son demasiado ambiciosos.
—Antes has dicho que estás cerca. ¿Cerca de qué? —Vuelvo a levantar l