—Ya te dije que de vez en cuando tengo que dejar que te salgas con la tuya. —Alarga el brazo y me limpia una miga de la comisura de los labios—. Tengo que dar para recibir y toda esa mierda.
Una carcajada escapa de mis labios y casi escupo el croissant a medio masticar al atragantarme.
Toso y me doy unos golpecitos con la mano sobre la boca. ¿Dar para recibir? Este hombre está loco.
—¿He dicho algo gracioso? —pregunta.
Levanto la vista y veo que está muy serio. ¡Joder!
—No, nada, es que se me ha ido por donde no debía. —Toso un poco más y el pobre empieza a darme palmaditas en la espalda.
Cuando me recompongo, el videoportero empieza a sonar y Nick se levanta para contestar.
—Sí, Clive, que suba. —Cuelga y deja el teléfono en su sitio—. Es Jay —dice sin mirarme.
—¿Jay? ¿Quién es Jay? —Dejo el croissant de nuevo en la bolsa de papel.
—El portero del bar. Tiene las grabaciones de las cámaras de seguridad. —Guarda la mantequilla de cacahuete en la nevera y sale de la cocina. «¡Mi