—Maldita suerte la mía, que he ido a enamorarme perdidamente de la mujer más imposible de todo el maldito universo. Buenas tardes, Clive.
—Señor White —saluda el conserje sin prestarnos mucha atención—. Hola, Addison.
—¡Hola, Clive! —canturreo entre risas. Nick entra en el ascensor e introduce el código mientras masculla entre dientes.
—¿Todavía no has cambiado el código? —Le paso la palma de la mano por la espalda, se la meto por debajo de los calzoncillos y le doy un pequeño apretón.
—Cállate, Addison —me ordena.
—¿Somos amigos?
—¡No! —Me da una palmada en el culo y yo grito—. No juegues conmigo, preciosa. A estas alturas deberías saber que yo siempre gano.
—Lo sé. Te quiero.
—Yo también te quiero, pero eres terriblemente obstinada.
Paramos tardísimo frente a casa, después de haber conseguido que Nick haya aprobado que salga con un vestido de color rosa palo de Ponte y unos zapatos a juego, aunque casi me esposa a la cama de nuevo al ver que me había dejado el anillo