No sé cuáles son los porqués ni los detalles que hay detrás de esa afirmación, pero el poder de esas palabras lo dice todo. No puede vivir sin mí. Yo tampoco podría vivir sin él. Este hombre es mi mundo.
Permanece muy quieto encima de mí y me deja abrazarlo hasta que me duele el cuerpo.
—¿Puedo darte de comer? —pregunto cuando mis muslos empiezan a protestar a gritos.
Me levanta de la cama, todavía aferrada a él, me saca del dormitorio y me baja por la escalera.
—Se me va a olvidar cómo usar las piernas —digo cuando llegamos abajo y se dirige a la cocina. —Entonces te llevaré en brazos a todas partes.
—Ya quisieras. —Sería la excusa perfecta para tenerme todo el día pegada a él.
—Me encantaría. —Me sonríe y me deja sobre el mármol.
El frío se extiende por mi trasero y me recuerda que los dos estamos en pelota picada. Admiro su culo perfecto cuando se acerca a la nevera y toma varias cosas de desayuno y un tarro de mantequilla de cacahuete.
Me bajo de la isleta.
—Se