Son casi las seis cuando empiezo a ordenar mi mesa. Los demás ya se han ido, así que me toca cerrar la oficina y conectar la alarma. Lucas se acerca con su nuevo auto.
—No puedo creer que dijeras lo de la noche de copas delante de Nick —disparo en cuanto me he abrochado el cinturón de seguridad. A pesar de lo enfurruñada que estoy, me maravillo de lo cómodo que es su nuevo auto.
—Yo también me alegro de verte —responde adentrándose en el mar de coches—. Ha dicho que podías ir. ¿Qué problema hay?
—El problema es que no me va a dejar beber porque le ha dado por pensar que voy a acabar muerta o algo así si él no está ahí para protegerme.
Lucas se echa a reír.
—Qué tierno.
—No, no es tierno. Es ridículo.
—Bah, no tiene por qué enterarse. ¡Podemos rebelarnos!
—¿Estás de coña? —Me río, aunque ahora mismo quiero ser una rebelde. Me apetece emborracharme pero eso sería muy desconsiderado—. Acaba de tener una pataleta por mi jefe. De hecho, me ha fastidiado la reunión con