Obedezco de inmediato. Voy a la cama, me arrodillo y me siento sobre los talones.
¿Qué habrá planeado?
Noto su pecho en mi espalda, me toma las manos y las abre, luego las lleva a mis pechos y con las palmas traza círculos sobre mis pezones, de forma que apenas rozan la punta. Echo el pecho hacia adelante con tal de aumentar el contacto, pero él aparta un poco más mis manos. Protesto con un grito incongruente.
Acerca la boca a mi oído.
—¿Confías en mí?
La pregunta me toma por sorpresa. Pues claro que sí. Más que en nadie.
—Te confiaría mi vida —confirmo.
Él ruge en señal de aprobación.
—¿Te han esposado alguna vez, Addison?
«¿Qué?»
Antes de que haya podido procesar lo que está pasando, me lleva las manos a la espalda y cierra unas esposas alrededor de mis muñecas. ¿De dónde coño han salido? Intento mover los brazos y oigo el sonido del metal tirante.
—No muevas los brazos, Addison —me reprende, y deja mis manos en lo alto de mi trasero.
«¡Por el amor de Dios!»
En mi