Pues la verdad es que creo que no, pero asiento de todos modos. La determinación y la convicción con que lo dice son impresionantes, pero ambiciosas hasta rozar lo ridículo. ¿Qué cree que va a pasarme? No puede llevarme pegada a sus pantalones eternamente. Loco.
Mis brazos lo rodean de forma mecánica, pero entonces me viene otra cosa a la cabeza.
—¿Descubriste por qué las puertas de hierro y principal del Hotel estaban abiertas? —Intento con todas mis fuerzas que no parezca que le doy importancia.
—¿Qué? —Se aparta de mí, perplejo.
—Cuando fui el domingo al hotel, las puertas se accionaron sin llamar al portero automático, y la puerta principal estaba entreabierta. —Sé que fue ella.
—Ah. Por lo visto las puertas se estropearon. Lily ya lo ha arreglado. —Vuelve a besarme.
—Qué oportuno. ¿Y la puerta principal también estaba averiada? —inquiero con sarcasmo. Yo sé lo que pasó: la muy viva interceptó mi mensaje y acarició la idea de que yo apareciera sin avisar y descubri