Freno en seco y espero que diga algo más, cualquier cosa que mejore la situación, pero no consigo nada, sólo el calor de su mano firme en mi brazo filtrándose por mi piel. Alzo la mirada hacia la suya y descubro que me está observando, pero aun así no abre la boca.
Suspiro con fuerza y me libero de su mano, pero entonces recuerdo que no tengo el coche aquí.
—Mierda —maldigo en voz baja.
—Vigila esa boca, Addison. ¿Qué pasa?
—Que mi coche está en casa.
—Tomaremos el mío.
—No puedes conducir con una sola mano. —Me giro para tenerlo frente a frente. En su mejor día, su forma de conducir ya me da bastante miedo.
—Lo sé. Conduce tú. —Me lanza las llaves del coche y siento una ligera oleada de pánico. ¿Me deja conducir un coche que vale más de ciento sesenta mil dólares? ¡Madre de Dios!
—Addison, conduces como miss Daisy. ¿Quieres acelerar de una vez? —se queja Nick.
Le lanzo una mirada asesina que él ignora. El acelerador es muy sensible y me siento minúscula detrás del v