—Nada —contesto, y me aseguro de mantenerme en el extremo opuesto del coche. Podríamos pasarnos todo el día en este aparcamiento.
—Ven aquí. —Su voz tiene ese tono grave, ronco y familiar que amo. Ha vuelto otra parte de él, pero me estoy distrayendo. Niego con la cabeza.
—No.
Antes de que pueda anticipar su siguiente movimiento, arranca a correr alrededor del coche y yo salgo pitando en dirección contraria mientras dejo escapar un grito. La gente nos mira y yo corro entre los otros coches aparcados como una loca, antes de derrapar y detenerme en la parte de atrás de un todoterreno. Asomo la cabeza por la esquina para ver dónde está.
El corazón se me sale por la boca y cae en picado sobre el asfalto. Nick está doblado sobre sí mismo, abrazándose las rodillas.
«¡Mierda!»
¿Qué demonios estoy haciendo alentando un comportamiento tan estúpido cuando debería estar recuperándose? Corro hacia él y unos cuantos transeúntes lo ven y empiezan a acercársele.
—¡Nick! —grito cas