Capítulo 118

Jesús, es que ni siquiera está sudando. Me esfuerzo por respirar debajo de él, como la perdedora que soy, y le dejo que me llene la cara de besos. Debo de saber a rayos.

—Hummm, sexo y sudor.

Jadeo y resuello encima de él mientras me pasa la mano por la espalda sudorosa. Noto una presión en el pecho. ¿Se puede tener un infarto a los veintiséis años?

Cuando por fin consigo controlar la respiración, me apoyo en su pecho y me quedo a horcajadas sobre sus caderas, sentada en su cuerpo.

—Por favor, no me hagas volver a casa corriendo —le suplico.

Creo que me moriría. Se lleva las manos a la nuca y se apoya en ellas, tan a gusto. Se divierte con mi respiración trabajosa y mi cara sudada. Sus brazos tonificados parecen comestibles cuando los flexiona. Creo que podría reunir la energía justa para agacharme y darles un mordisco.

—Lo has hecho mejor de lo que esperaba —me dice con una ceja levantada.

—Prefiero el sexo soñoliento —gruño, y caigo sobre su pecho.

Me sujeta con el brazo.
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