Yo sonrío y le doy la mano. Parece bastante normal.
—Hola, encantada.
—Lo mismo digo. Éste es mi amigo, Davis —dice, y señala a un chico mono de pelo oscuro que está a su lado.
—¡Hola! —grito.
Él sonríe con seguridad.
—Te invito a una copa.
—No, gracias, acabo de pedir una.
Regla número uno: no aceptar jamás copas de un extraño. Nina me lo enseñó en cuanto empecé a salir.
—Como quieras —responde encogiéndose de hombros.
Lucas y Lisa se apartan de nosotros y nos dejan solos para que charlemos. La verdad es que no me apetece. He salido para olvidarme de los hombres en general. Y ahora me colocan a uno.
—¿A qué te dedicas? —me pregunta David.
—Soy escritora.
—Soy abogado.
Me lamento por dentro. Tengo aversión a los abogados, suelen ser bastante corruptos y con un ego excesivo.
Y Davis tiene todas esas características, además de hablar con una petulancia insoportable.
—Qué bien —digo. Ha perdido todo mi interés, aunque no es que haya tenido mucho en ningún momento.
—Si