—No —mascullo, y miro a Nick con rencor—. Y por si te preguntas quién ha hecho un agujero en la puerta de la cocina, no hace falta que busques muy lejos. —Señalo a Nick con la copa—. Y también ha sido él el que ha roto tu copa de vino —añado como la soplona patética que soy.
Nick se lleva las manos a los bolsillos, saca un montón de billetes de veinte dólares y los planta encima de la mesa delante de Lucas.
—Si es más, dímelo —dice sin apartar la vista de mí. Escudriño la mesa. Debe de haber dejado al menos quinienos dólares ahí. Y me he dado cuenta de que el muy arrogante ni siquiera se ha disculpado.
Lucas se encoge de hombros y toma el dinero.
—Con esto bastará.
Nick vuelve a meterse las manos en los bolsillos, se acerca a mí y se inclina hasta que su cara queda a la altura de la mía.
—Me gusta tu jersey.
—Vete a la mierda —le suelto, y doy un buen trago de vino.
Él se ríe y me da un beso en la nariz.
Me agarra por la nuca, me recoge todo el pelo en un puño y tira