CAPÍTULO 25. LA BESTIA

Sicilia, Italia.

Lisandro caminaba por el sendero de grava, rodeado por inmensos árboles que tenía su propio bosque personal. Al llegar a la terraza, se sentó en uno de los mullidos sillones y sacó un puro.

Disfrutaba de saber que su imperio había crecido como siempre lo había soñado, al haberse aliado con Rinaldi.

—Solo me faltan herederos—. GianCarlo —gritó.

—Sí señor —el hombre se acercó con rapidez.

— Ya estoy más relajado dime que es lo que querías decirme hace un rato —ordenó.

—Ya sabemos quien es el hombre que se llevó a su hija —informó.

—No vuelvas a referirte a esa malparida como mi hija —gruñó con ferocidad—. Antonella Bianchi está muerta para mí —espetó con dureza.

—Lo lamento —se disculpó.

—¿Quién es ese desgraciad0? —cuestionó.

El hombre se aclaró la garganta.

—Es conocido como la bestia —pronunció con dificultad.

Lisandro abrió los ojos de par en par.

—He oído hablar de él —dijo con la voz endurecida—. Sé que es mexicano. —Presionó sus puños con fuerza.

—Es más que eso
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