Iñaki Alvarado oculta un secreto que lo hace aparentar ser un despiadado hombre, sabe que solo así, podrá hacer lo correcto; sin embargo, cuando se entera que uno de sus mejores amigos ha sido asesinado por el padre de la joven por la que siente una fuerte atracción, todo cambiará. Sabe que en el oscuro mundo en el que se mueve, no hay opción alguna: O toma venganza o lo hace su propia gente, sin importar traicionarlo, y no tendrán piedad alguna sobre la vida de la muchacha. Por desgracia, su sentimientos están comprometidos. Debido a las fuertes peleas que se generan por aquel asesinato, lo que ambos sienten se volverá un amor prohibido, teniendo por todos lados fuertes enemigos, además que su padre ya tiene planes para el futuro de su hija. Sin embargo Iñaki tendrá la valía e intentará buscar como salvarla sin saber si logrará aplicar la ley del talión: Ojo por ojo y diente por diente. Él no buscaba nada en el mundo. Ella lo esperaba todo de la vida. Él es dinamita pura. Ella la llamarada que se necesita para encender la mecha. ¿Podrá jugar con fuego y no quemarse? ¿Será capaz de protegerla o cobrará venganza?
Leer másSicilia, Italia.
— ¡Tienes que hacer lo que te ordeno! —Lisandro Bianchi, la jaloneó por los brazos—. Tengo que unir fuerzas con otro grupo. Hay alguien que amenaza el territorio —gruñó colérico. La fuerte música del jardín exterior, hizo que nadie de los invitados, escuchara la gran discusión que se estaba dando en el despacho de Bianchi.
Antonella Bianchi, sintió un fuerte pinchazo en su pecho, al escuchar los planes que tenía para ella. En los cuales no le estaba pidiendo su opinión, que era obvio, que no le importaba en lo más mínimo.
Giró su rostro hacia el salón, donde se estaba ofreciendo una fiesta de bienvenida en su honor, ya que acababa de regresar de estudiar en el extranjero, durante cuatro años. Debido a que su padre era un hombre muy poderoso y peligroso. No pudo permanecer en París.
Por lo que en cuanto finalizó sus estudios universitarios y le entregaron su diploma, Bianchi envió a que la buscaran y no tuvo más opción que volver a su cautiverio.
—No pienso obedecerte —Antonella manifestó, soltándose de su agarre. Deseó poder frotarse los brazos, para mitigar el dolor, pero no estaba dispuesta a agachar la cabeza delante de él. Era algo que él mismo le había enseñado. — ¿Por qué no te casas tú? —cuestionó ladeando los labios y enfocó sus ojos con altivez en su padre.
Lisandro la fulminó con la mirada, y en el acto le lanzó una bofetada.
—Para mi desgracia, tu madre fue incapaz de darme un hijo varón, como deseaba. Solo me trajo deshonra y vergüenza—, pero contigo será diferente. ¡Harás lo que ordeno y punto! —La tomó por el cuello y la acercó a uno de los grandes ventanales, pegando con fuerza su rostro al cristal—. Saluda a tu futuro esposo.
La mirada de Antonella, se llenó de horror, al ver a un hombre hablando por su móvil. Una fuerte repulsión la invadió, al ver que era mayor, quizás cincuenta años de edad, o más. Calvo y obeso.
En cuanto la soltó, la chica retrocedió, limpió la sangre que corría por la comisura de uno de sus labios, con el dorso de su mano.
—Aún no nace el hombre que pueda conmigo —indicó—. Suerte con eso —declaró. —Ojalá, tu prima Sabina, fuera mi hija —bramó—. Ella si es una mujer obediente. Sabes muy bien que debes hacer todo, por el bienestar de nuestra familia.
Antonella rodó los ojos y salió de la casa, se encaminó hacia la fiesta; sin embargo, estaba muy molesta con su padre como para quedarse. Por lo que aprovechando que hubo una riña entre dos personas pasadas de copas, se desvió hacia la inmensa cochera, sonrió al observar el hermoso auto deportivo: Bugatti Divo, el favorito de su papá.
—No vas a controlar mi vida —expresó, liberando un par de lágrimas.
***
Sabina Greco quien había escuchado la discusión detrás de la puerta, siguió a su prima, presionó sus labios al ver que huía de la residencia.
—Como de costumbre, te encanta meterte en problemas. —Sonrió divertida—. Voy a pedirle a mi tío que me deje ser tu dama de honor, pero primero debo avisarle que te acabas de escapar.
***
A las afueras de la ciudad en un Antro muy exclusivo. Iñaki Alvarado bebía una copa de whisky, mientras observaba desde el ventanal de su oficina el ambiente en el bar. Desabrochó el botón de su costoso traje y se sentó.
En ese momento tocaron a su puerta.
—Adelante —indicó y observó a Jacob, uno de sus mejores amigos, además de ser su hombre de confianza en los negocios. —¿Investigaste lo que ocurrió con el embarque que ordené? —preguntó.
—Sí, mi informante me comentó que fue la gente de Bianchi, quien emboscó la carga —respondió el joven.
Iñaki resopló.
—Nos hizo perder mucho dinero. —Presionó su puño con fuerza.
—Es hora de pensar la forma de cobrarle lo sucedido —señaló.
—Estoy de acuerdo. —Iñaki se puso de pie—. Desde que tomé el control de la organización, se ha empeñado en obstaculizar el camino. No entiendo por qué.
—A mí se me hace que aún no acepta que un hombre tan joven como tú, esté ganando plazas y respeto por parte de otros, de seguro desea robarte lo que es tuyo.
—Investígalo —ordenó con voz hosca—. Quiero conocer a detalle su vida. Hasta de qué lado de la cama duerme. —Lo miró con seriedad. —Así lo haré —Jacob respondió.
Los dos salieron del lugar y llegaron al bar. Los ojos de ambos se abrieron de par en par, cuando todas las luces se apagaron y se iluminó la barra. Entonces la atractiva silueta de una joven, apareció. Al ritmo de «Earny it by weekend», comenzó a moverse de manera sensual.
La mirada de los asistentes, se posó sobre aquella hermosa chica. Iñaki la recorrió con lentitud, empezando desde las botas altas de tacón de aguja, que le llegaban por encima de la rodilla; para proseguir hacia sus torneados muslos, y luego al glamuroso vestido oscuro con lentejuelas, que apenas le cubrían los glúteos, hasta clavarse en aquel amplio escote en pico que lucía.
—Estas hijas de papi, cada día están peor —bufó.
—Estoy seguro que si la acercaran a ti, te la comerías completa y de un solo bocado. —Jacob carcajeó al darse cuenta la forma en la que la miraba.
Cuando la música finalizó, aquella misteriosa joven descendió, y comenzó a caminar entre las mesas, sintiéndose algo mareada. En ese momento un hombre se acercó a ella y colocó sus manos en sus firmes glúteos.
Antonella Bianchi ladeó los labios, y se detuvo. Giró y sujetó con rapidez una de sus manos, para flexionar sus dedos, utilizando una táctica que le había sido enseñada en defensa personal.
—No sabes con quién te metes. —Elevó su barbilla con arrogancia, para luego propinar un golpe con su rodilla en la entrepierna. Esbozó una sonrisa, prosiguió su camino para sentarse sola.
Iñaki no pudo evitar reírse, nunca en sus veintinueve años de edad, había visto a una mujer defenderse de esa manera, la siguió con la mirada, quedando a unos metros de distancia.
Ella cerró sus ojos y los frotó, percibiendo su vista un poco borrosa, en ese instante distinguió el corpulento cuerpo de un hombre.
Su mirada avellanada se cruzó con la de él y no pudo dejar de verlo. El joven sonrió; estaba por acercarse, cuando un comando fuertemente armado ingresó de forma violenta.
«¿Sabrán la gente de Bianchi que estoy aquí?» —se cuestionó, entonces observó que sus hombres se preparaban en caso de ser necesario.
Palermo, Italia. Un mes después. Desde uno de los balcones del hermoso hotel estilo barroco en el que se encontraban Iñaki y Antonella observaban desde la penumbra, el bello panorama del mar mediterraneó, iluminado por la luz artificial del lugar. La chica, no pudo evitar derramar un par de lágrimas, al volver al país que la vio nacer y crecer y que tanto amaba. —Grazie —murmuró completamente conmovida. —Sabía que te morías por regresar a tu país. —Se acercó a ella y deslizó con calidez el dorso de su mano sobre una de sus mejillas. —Mucho —expresó con nostalgia—, amo il mio paese —refirió con la voz fragmentada. —Con Lisandro —se aclaró la garganta—, muerto y Bernardo Rinaldi en la cárcel, no hay nada que nos impida volver —Iñaki sonrió con ternura. —La única que me preocupa es Sabina, me odia —mencionó con pesar. —Por ella no tienes nada de qué preocuparte, ya habrá tiempo de que lo veas con tus propios ojos. —Recordó que también se encontraba recluida en una cárcel, y la ten
Andy soltó con rapidez la manguera y se giró en su eje, para caminar hacia la salida de la casa, lo más rápido posible.— ¿A dónde creen que van? —la gruesa voz de Álvaro resonó.Andrea y Luna se quedaron estáticas en cuanto lo escucharon.—Vamos a tomarnos un café —Luna respondió.—Por supuesto que, no —indicó Álvaro, quien llegó en compañía de Óscar, con un par de toallas, al haber visto lo que ocurría. — ¿Se encuentran bien? —indagó.Emilio secó su rostro.—Sí, no te preocupes —expresó intentando ocultar su malestar.—Su hija arruinó mi vestido —gruñó Belinda—, y mi maquillaje.Andy sonrió.—Ahora no solo pareces conejo, sino también mapache —gruñó, señalando su maquillaje.Álvaro abrió los ojos de par en par al escuchar a su hija.—¿Qué te ocurre? —indagó.Luna abrazó a Andy, para intentar que se tranquilizara.—Eres una maleducada —Belinda reclamó.Óscar frunció el ceño y se acercó hacia sus hermanas y las abrazó.—Será mejor que vayamos a hablar en privado —dijo, ignorando a la
— ¿Otra vez tú, pequeñita? —Angelito cuestionó.—Eso mismo digo yo —Harper respondió al tomar una bolsa con brownies.—Son seis dólares por lo que tomaste —refirió él.La niña frunció el ceño.— ¿Se venden los postres? —cuestionó con extrañeza.—Solo el que tomaste —respondió.—Yo no traigo dinero —dijo mientras lo destaba.—Entonces no puedes comerlo.Alondra se acercó a él.—Estos postres son para nuestros invitados —expresó mirando a su nieto.—Estoy haciendo negocio coma tú com los chocolates, ¿los vendes o no? —cuestionó.Alondra sonrió ladeando los labios.—Ese es mi trabajo, soy la gerente de la empresa —indicó.Angelito miró a su abuela.—Pues yo soy el gerente de mi empresa y el dueño también. —Elevó ambas cejas.—Yo te pagaré los postres, pero de manera justa. —Frunció el ceño—, sabes muy bien que en este país nuestra moneda no es el dólar.—Fue consejo de la abuela —sonrió—, ella me dijo que precio ponerles.—Puedes comerte el brownie —manifestó Gabito—, y ahora mantente le
Iñaki caminó a grandes zancadas, buscando con su mirada en donde se encontraba Antonella, su corazón latía agitado, como si estuviese a punto de estallar de su pecho. Su torso subía y bajaba ante el ritmo de su respiración.— ¿En dónde estás? —se preguntó, buscándola entre los invitados, su mirada brilló al verla charlando con Connor, de inmediato corrió hacia ella.*—Te ves hermosa —Connor expresó con sinceridad.—Muchas gracias, también luces muy apuesto, estoy segura que más de una persona estará suspirando por ti. —Dirigió su vista hacia la recién llegada, Alexia, quien se acercó a saludar a Paula María, que estaba con Carlos Gabriel cuidando a sus pequeñas.—Me lastima mucho saber que pronto será la esposa de otro hombre, por la culpa que carga —refirió con pesar. — ¿Será capaz de poder sostener una mentira?, ¿de fingirle amor a alguien a quien dejó de amar? —Presionó sus ojos con pesar.Antonella colocó una de sus manos sobre su hombro.—Speriamo che cu ripensi. —Suspiró profun
Sacudió su cabeza con fuerza y abrió los ojos.—Necesito refrescarme la cara —indicó y caminó hacia la cabina de baño.Antonella caminó detrás de él, entonces chocó con el cuerpo de Álvaro.— ¿Qué ocurre? —preguntó al haber visto aquella extraña reacción de su sobrino.—No lo sé —contestó con preocupación.—Yo me encargo, tranquila. —Como el caballero que era, la ayudó a tomar asiento en una tumbona, sigue con el espectáculo. Alzó su brazo llamando a su esposa.— ¿Qué ocurre? —Alondra cuestionó.—Acompaña a Anto, voy a buscar a Iñaki.Álvaro ingresó al sanitario de caballeros y observó que el joven no dejaba de lanzarse agua con las manos en el rostro, distinguió la vena marcada en su cuello.— ¿Qué te sucede? —se acercó entregándole varias toallas de papel.—No, estoy seguro —Iñaki se irguió para tomarlas y secarse.—Algo en los fuegos artificiales, me ha hecho comenzar a tener imágenes en mi mente, son desesperantes y angustiantes. —Su torso comenzó a subir y bajar agitado.—Vamos
Un pequeño grupo musical, amenizaba una soñada celebración, en casa de la familia Alvarado. Desde la habitación, Andy logró hacer que Luna, se retirara sus recatados vestidos, para que usara algo más lindo y elegante, además que le arregló su negra cabellera en delicadas ondas además de maquillarla.—Aún no logro comprender de dónde sacaste la gloriosa idea de hacerte novicia, siendo tan bonita y teniendo el mundo a tus pies —Andy suspiró profundo.Luna sintió un fuerte picor en su garganta.—Para una persona tan ordinaria como yo, sabes muy bien que los hombres que se me han acercado, solo ha sido para burlarse de mí, y no estoy dispuesta a seguir exponiéndome, prefiero estar en la paz que he encontrado en aquel convento —refirió intentando sonar estable.Andy se acercó a ella y la miró a los ojos.—Todo está aquí. —Señaló con su dedo índice su cabeza—, mientras tú no te des cuenta de lo mucho que vales y lo hermosa que eres, siempre se repetirá la misma historia. Siento mucho enojo
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